CONTRIBUCIONES CEHA

Del escenario a la pantalla. Los diseños de José Luis López Vázquez

Palma Martínez-Burgos García

Junio de 2022

Para la mayoría de los que acudimos a ver la exposición que estos días se exhibe en la Filmoteca madrileña la primera impresión es la de asombro. Salvo los especialistas en la figura de José Luis López Vázquez muy pocos sabíamos de la destreza en el manejo del dibujo ni de esta faceta absolutamente desconocida. De él nunca ha trascendido esta otra forma de estar en el cine, de ahí la importancia que tiene la exposición Del escenario a la pantalla. Los diseños de Jose Luis López Vázquez. Máxime porque además se ha hecho como homenaje en el año del centenario de su nacimiento, con la que se quiere recordar su talento creativo en los distintos perfiles que desarrolló en la España de la posguerra y que a raíz del éxito de la película El pisito, en 1957, abandonó para dedicarse de lleno a la interpretación.

Comisariada por el catedrático de Historia del Arte y especialista en cine, Joaquín Cánovas Belchí, la muestra reúne dibujos de figurines, escenografías y decorados por los que se cuelan algunos aires de la vanguardia surrealista, a pesar de que la oficialidad del régimen no dejaba apenas margen para la imaginación. Articulada en cinco unidades temáticas la muestra nos descubre un talento sorprendente, a veces ingenuo y a veces de enorme madurez. A lo largo del itinerario expositivo nos sorprenden los dibujos de Lorca, Dalí, Benjamín Palencia o Jose Caballero contextualizando los de José Luis López Vázquez. En estos advertimos la facilidad de la mano, la versatilidad con el lápiz y la elegancia cercana y fresca de sus diseños que, en su mayoría, están maravillosamente conservados.

La primera sala está dedicada a los años cuarenta, cuando inicia su relación en el Teatro Nacional de las Organizaciones Juveniles, momento en el que empieza a hacer sus primeras labores de figurinista y escenógrafo, además de algunos pinitos sobre el escenario. Los últimos años cuarenta y los cincuenta ocupan la segunda sala y revelan una actividad frenética, ganando en calidad, imaginación y un exquisito buen gusto en el dominio de las técnicas de ilustrador. En esta sección se recogen sus creaciones para el montaje de Don Juan Tenorio, en 1949, dirigido por Luis Escobar y con la colaboración de Dalí. La tercera unidad expositiva está dedicada al diseño gráfico desarrollado como funcionario de Actos Públicos, que con el paso del tiempo pasará a integrarse en el Ministerio de Información y Turismo. Aquí destacan especialmente los stands y pabellones para las ferias nacionales e internacionales en los que se ve su dominio del espacio y la escenografía.

El área temática dedicada al Cine es la más extensa y la que cuenta con mayor número de trabajos, pues desde 1942 hasta 1957 participó en once películas, casi siempre como figurinista, pero también asumiendo funciones de actor ocasional -inolvidable su papel de sacerdote en Los jueves milagro de Luis García Berlanga (1957)-, ayudante de dirección o ambientador de decorados que vemos a través de una magnífica y completa selección de carteles, programas de mano, guías de prensa y fotografías. En esta parte de la exposición se nos va mostrando la actividad de José Luis López Vázquez con los tres directores de referencia que marcaron sus inicios, José López Rubio, Rafael Gil y José María Forqué. Para crear este apartado, Joaquín Cánovas ha recuperado documentos de enorme belleza y siempre sorprendentes, como la ensoñación oriental para los decorados de Sucedió en Damasco (1942). En general y dentro del contexto oficial del régimen, las piezas seleccionadas son el mejor exponente de lo que fue aquel cine en el que abunda el drama histórico ambientado en el siglo XIX, alternando con el costumbrismo popular de la época; a pesar de ello, los dibujos respiran originalidad y fantasía.

La exposición termina con la sala dedicada a El pisito (1958) dirigida por Marco Ferreri a partir del guion de Rafael Azcona que fue su primer papel protagonista, iniciando una carrera brillante y de enorme alcance. Es entonces cuando decide centrarse en su nueva faceta, abandonando definitivamente una etapa extraordinaria en su novedad.

Piezas y guion se apoyan en un diseño museográfico acorde a algunos motivos de López Vázquez, alternando cafeteras, lazos, tréboles y flores que destacan sobre el azul intenso de las paredes. Es un guiño de humor para individualizar los distintos capítulos temáticos estableciendo un juego cómplice, que nos deja en la boca el sabor de un caramelo de fresa.