CONTRIBUCIONES CEHA
Las «Áfricas» de Picasso / Los «Picassos» de África
Ramón Melero Guirado
Coordinador del Gabinete de investigación y contenidos digitales
Museo Picasso Málaga
Chéri Samba, Quel Avenir pour notre art? The Jean Pigozzi African Art Collection © Chéri samba, cortesía de The Jean Pigozzi African Art Collection y Galerie Magnin-A
Los contactos entre Pablo Picasso y el continente africano —su cultura, sus intelectuales, sus objetos y su arte— fueron muy recurrentes durante su vida y continúan, aún en nuestros días, siendo objeto de estudio y acaparando la atención de numerosos artistas contemporáneos.
Se trata de un dilatado viaje de ida y vuelta en el que estos acercamientos han ido variando de significado en función a los paradigmas culturales que han dominado cada momento histórico y que han experimentado, especialmente en las últimas décadas, revisiones y reformulaciones constantes. Recordemos que Picasso nació en 1881, en un contexto en el que el tablero geopolítico europeo estaba dominado, hasta bien entrado el siglo XX, por unas relaciones de poder muy verticales ejercidas desde las metrópolis hacia los diferentes territorios de África y de otros lugares del mundo.
En el año en el que se conmemora el 50 aniversario de la muerte del artista —con cerca de una cincuentena de exposiciones, publicaciones, coloquios, entre otras iniciativas—, estas aproximaciones no escasean, pudiendo comprobar que los diálogos entre la obra de Picasso y los distintos artistas africanos (o con sus orígenes en las diásporas africanas), se sostiene en importantes muestras nacionales e internacionales.
Pasaba por allí
«Cuando fui al Trocadero, me sentí asqueado. El mercado de las Pulgas. El olor. Estaba solo. Quería irme. No me iba. Me quedaba. Me quedaba. Comprendí que eso era muy importante: me ocurría algo ¿no?»
Aunque se conocen algunos contactos previos, uno de los primeros y más conocidos acercamientos de Picasso a la cultura africana tuvo lugar en junio de 1907, cuando, por azar, visitó el Museo de Etnografía en el Palacio de Trocadero. Definidos por el propio Picasso como «intercesores», los cientos de objetos procedentes de África y Oceanía que pudo observar detenidamente fueron reveladores, dejando una huella indeleble en el desarrollo posterior de su obra. Las pinturas, esculturas y dibujos realizados en estos años han sido adscritos a lo que comúnmente se ha conocido en la bibliografía como periodo negro.
«¿Arte negro? No lo conozco»
Sin embargo, estas obras, unidas a las declaraciones del propio Picasso en relación a los objetos y artistas africanos, han sido reprobadas en numerosas ocasiones por la crítica. El término «primitivismo», por ejemplo, empleado como reclamo en el título de la exposición “Primitivism” in 20th Century Art: Affinity of the Tribal and the Modern, celebrada en septiembre de 1984 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, sirvió, entre otras cosas, para retratar a Picasso «como la encarnación del patriarcado de la era colonial, de su racismo y su expolio cultural», entre otras razones, por la presencia de la obra Las señoritas de Aviñón (1907).
El busto laureado
Pero esta concepción negativa de la relación Picasso-África también tuvo su contrapartida. Coincidiendo con los procesos de descolonización que se sucedieron en Europa hacia mediados de siglo XX, otros autores han atribuido a la figura del artista un liderazgo y unos valores muy bien considerados en el continente africano, lejos de aquel otro Picasso primitivo y descarnado.
De este contexto surge la colaboración de Picasso con el poeta martiniqués Aimé Césaire en la obra Corps perdu. Este proyecto común, realizado en 1949 y publicado en 1950, consistió en diez poemas, cada uno de ellos ilustrado con dos estampas que representan plantas, insectos, y otras formas orgánicas inespecíficas con elementos botánicos y animales. El frontispicio del libro es una estampa que representa a Aimé Césaire laureado, imagen que fue utilizada siete años después de su creación en el cartel del Primer Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros (organizado por la editorial Presence Africaine y celebrado en la Sorbona de París).
Dentro y fuera de África
Thomas Mukarobgwa (Zimbabue, 1924-1999), Ernest Mancoba (Sudáfrica, 1940-2002), Dumile Feni (Sudáfrica, 1942-1996), Twins Seven Seven (Nigeria, 1944-2011), Gavin Jantjes (Sudáfrica, 1948), Genesis Tramaine (Estados Unidos, 1983) y Otis Kwame Kye Quaicoe (Ghana, 1988), entre muchos otros artistas africanos (y de su diáspora) de generaciones posteriores se acercaron a Picasso. Algunos «querían ser Picasso», otros consideraban esencial separarse de él para conseguir la libertad creativa.
Dentro y fuera de África. En esa frontera cambiante es donde la crítica y el arte contemporáneo han ubicado (y siguen ubicando) a Picasso.
1 André Malraux, «La cabeza de obsidiana» (fragmento), en: Philippe Saunier (dir.), Picasso y su colección [Cat. exp.: Museu Picasso de Barcelona, 2007], Barcelona: Museu Picasso de Barcelona, 2007, p. 32.
2 «Las piezas negras eran intercesores. Aprendí esa palabra en aquel entonces. Eran intercesores contra todo; contra espíritus desconocidos, amenazadores. Siempre miraba los fetiches. Y comprendí: yo también estoy contra todo». Op. cit. p. 32.
3 Pablo Picasso, «Opinions sur l’art nègre», Action, abril de 1920, p. 25.
4 Joshua I. Cohen, «Picasso, la Guerra Fría y la descolonización en África», en José Lebrero y Pepe Karmel (eds). Picasso e Historia, Madrid y Málaga: Antonio Machado Libros y Museo Picasso Málaga, p. 228.